Si el ministro de cultura fuera de verdad al cine y viera Stockholm sabría que sus afirmaciones sobre el cine español carecen de sentido. Es posible que en los últimos años haya habido demasiado estómago agradecido y mucho director adocenado empeñado en fundir subvenciones a cambio de filmar películas mezquinas, de ningún interés y sin ninguna vinculación con la realidad.

Con una de las filmografías más regulares, extensas e identificables de los cineastas contemporáneos, el cine de Allen aparece siempre fiel a sí mismo. Todas sus películas se parecen, pero todas se las ingenian para imponer una vuelta de tuerca que las hace reconocibles a su herencia, pero distintas a la anterior.

La cuestión, la gran pregunta que abrasa la naturaleza manierista de La cabaña en el bosque, la formula un personaje interpretado por un icono de la sci-fi, la teniente Ripley (Sigourney Weaver). Solo hay dos salidas: morir por la Tierra o morir con la Tierra. La respuesta al enigma la encontrará el público en los últimos compases del filme y con ella, quedará claro el grado de altruismo que caracteriza a la raza humana en el tiempo de la contemporaneidad.