El camino hacia Barak Obama

 Título Original: THE BUTLER Dirección: Lee Daniels  Guión:  Danny Strong; basado en un artículo de Wil Haygood  Intérpretes: Forest Whitaker, Oprah Winfrey, David Oyelowo, Alan Rickman, Jane Fonda, John Cusack, Cuba Gooding Jr.  y  Lenny Kravitz Nacionalidad: EE.UU. 2013   Duración:  132 minutos ESTRENO: Octubre 2013

El mayordomo que da título a este filme, el hombre al que Lee Daniels (Precious, 2009, The paper boy, 2012)  le hace un homenaje fervoroso, existió en la realidad. Llegó a la Casa Blanca casi por casualidad y con gesto sumiso. Trabajó sin interrupción al servicio de todos los presidentes yanquis desde Eisenhower a Reagan. En consecuencia fue testigo de primera fila de lo que se cocía en el nucleo duro del poder a lo largo de un tiempo oscuro. A lo mejor todos lo son. Pero el que establece el periplo de El mayordomo, duele a la negritud norteamericana. El filme arranca en los años 20, en los campos de algodón, donde la vida de un hombre negro podía ser arrebatada gratuitamente. De hecho el filme comienza con el asesinato del padre, tras el sometimiento sexual y violación de la madre. Y concluye con el último inquilino de la Casa Blanca; con Obama, metonimia del éxito de los desheredados. Esa es la lección que Daniels muestra, la feliz metamorfosis de su país; una transformación regada de sangre, guerras y magnicidios.
Como hizo en la sobrevalorada Precious, Lee Daniels se muestra como un director maniqueo, escasamente sutil e insistentemente político.  Daniels hace lo contrario que el torrencial Tarantino y su feroz arrebato sobre el racismo en Django desencadenado. Más cerca del misticismo blando de Spielberg y su retrato de Lincoln, que pasaba de puntillas por la cara criminal del racismo; Daniels reitera que los verdaderos artífices del cambio fueron los llamados negros domésticos. Para ello, acude al mismísimo Luther King en un apología del poder subversivo de los mansos de corazón ante la frustración del hijo del mayordomo, un activista por los derechos civiles caracterizado como un Pantera Negra perdido en un baile de disfraces.
Lo mismo acontece con los retratos presidenciales. Están sacados de un museo de cera asesorado por el Reader’s Digest. Puro artificio para complacer a espectadores que no quieren que la verdad salpique sus anteojos. El fondo supura dolor pero el primer plano es un homenaje al buenismo americano. Eso sí, Daniels sueña con el Oscar y ha pagado a un excelente plantel de grandes actores a los que desactiva para hacer que la señora Obama le dé algún premio (inmerecido).
 
 
 
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