Adolescentes

Título Original: PARADIES: HOFFNUNG Dirección:  Ulrich Seidl Guión: Ulrich Seidl, Veronika Franz Intérpretes: Melanie Lenz Verena Lehbauer, Joseph Lorenz, Michael Thomas, Viviane Bartsch  Nacionalidad:   Francia, Austria y Alemania. 2012   Duración: 100 minutos ESTRENO: Agosto 2013

En los prolegómenos de Paraíso: Esperanza, la protagonista de Fe, Anna Marie, acompaña a un campamento de adelgazamiento, a Melanie, su sobrina, la hija de Therese, la protagonista de Amor. Volvemos a ver su camioneta y el rótulo de Radio María. Luego, durante diferentes pasajes del filme, veremos a la adolescente enamorada tratando de hablar con su madre en Kenia. De ese modo, apenas percibido, sin subrayado alguno, se cierra el círculo. Se cruzan los tiempos de aquellos instantes en que veíamos en el primer filme de la trilogía Paraíso a la madre hacer lo propio con la hija: intentar hablar con ella. El resultado, ahora lo vemos repetirse: incomunicación. Salvo ese par de llamadas, y por expreso deseo de Seidl, nada más evoca que estamos ante tres películas que nacieron para ser una y que finalmente acabaron alumbrando un tríptico desolador.
Como única conclusión, al final de esta trilogía, se impone la evidencia de que el cordón umbilical que ata y ahoga a las tres mujeres protagonistas no es otro que el de la soledad. Ni el deseo sexual, ni el ayuno radical del afecto que las zarandea encontrará remedio. De las tres, le toca a ésta que ahora nos ocupa, Esperanza, el papel de ser la menos abismal, la que haciendo honor a su título, permite algo más de aire aunque ese aire se sepa escaso y sin un futuro halagüeño. 
En Paraíso: Esperanza, libre de la claustrofóbica devoción que mantenía a la protagonista de Fe anclada a la inmovilidad del crucifijo, la cámara del director austriaco recupera el gusto por algunos planos de composición simétrica y de humor vitriólico. Las tumbonas de las turistas hambrientas de sexo que reposaban en la playa, los desfiles por el agua de las veteranas bañistas detrás del monitor keniata, aquí se tornan en las espalderas de un gimnasio y en el campo de deportes de un centro de adelgazamiento. 
De manera patética, el filme muestra los inútiles esfuerzos para perder peso de un grupo de teenagers, demasiado jóvenes todavía como para no permitirse el alivio de jugar como los niños que todavía siguen siendo.  La historia de Paraíso: Amor, que comenzaba con las vacaciones sexuales de Therese culmina aquí, en la “estaciónEsperanza, con la evidencia de que dentro de un tiempo, su hija hará probablemente lo mismo que ella está haciendo.
Ulrich Seidl se complace en comportarse como el martillo contra la desorientación occidental; como el Pepito Grillo del tiempo presente. A estas alturas, conoce bien su oficio. Filma sin complicarse demasiado. Obtiene, de vez en cuando, inspiradas composiciones y logra digerir mucho de muchos dando la sensación de que en lo suyo es único.
Hay algo camaleónico en su manera de trabajar. En Paraíso: Esperanza, se hace inevitable percibir los ecos de la película que Harmony Korine escribió para Larry Clark. Más coral y menos crepuscular que Amor y que Fe, Esperanza resulta así mismo, la menos impactante. Una suerte de alivio de luto que hace pensar en que, quizá, a este Paraíso, en cuanto proyecto cinematográfico, le ha perjudicado la necesidad de asumir el metraje comercial al uso. Sin duda, Seidl así lo entendió y de ahí que haya tratado de remarcar la individualidad singular de cada una de estas tres películas. Pero vistas una tras otra, resulta inevitable pensar qué hubiera pasado si el montaje hubiese intercambiado las horas y los momentos en los que estas tres mujeres, cada una en su particular periplo, iban avanzado hacia ese precipicio infernal en el que la vida parece carecer de alicientes y en donde el mundo de Seidl parece haber comenzado el día en que los siglos se reducen a cenizas
 
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