La valía del héroe la da el villano
Título Original: STAR TREK: INTO DARKNESS Dirección: J.J. Abrams  Guión:  Alex Kurtzman, Damon Lindelof y Roberto Orci; basado en la serie de Roddenberry Intérpretes: Chris Pine, Zachary Quinto, Zoë Saldana, Karl Urban, John Cho,  Anton Yelchin y Simon Pegg Nacionalidad: EE.UU. 2013  Duración: 132 minutos ESTRENO: Julio 2013

Chris Pine (el capitán Kirk) y Zachary Quinto (el vulcaniano Spock) se consolidaron, o sea se aseguraron con sus personajes, en el undécimo y mejor largometraje (primero de la era J.J. Abrams).  Esa fusión sin confusión, fue uno de los mejores aciertos del nuevo rumbo establecido por  J.J. Abrams para una serie mítica llena de riesgos.  La continuación presentaba para Abrams nuevos peligros difíciles de sortear. Ya no se trata de aunar el entusiasmo nostálgico de los fans de la serie, de los veteranos trekkies  capaces de recitar todos los versículos de la Bibliatrek, con la demanda del público de la videoconsola.  Ahora el modelo a superar se encontraba en su propia película anterior, un filme ciertamente estimable donde la paradoja de los viajes a través del tiempo, encerraba una sugerente reescritura. Ahora, la lucha era contra sí mismo.
 Y J.J. Abrams, un fabulador que no se complica la existencia, aunque invoca a la oscuridad en su título, nos sorprende con un despegue lleno de luz. Con él, con los instantes más vigorosos del filme, que sirven además para resituar el pulso entre Spock, la razón, y Kirk, la emoción, Abrams consigue que los devotos feligreses de Roddenberry, convencidos de que Pine y Quinto son los Kirk y Spock del presente, encuentren el tono bizarro de la naturaleza trekkie. En apenas doce minutos, En la oscuridad ya ha desplegado su estrategia y muestra el conflicto. Un conflicto con reverberaciones paradójicas una vez más. Sin esas perturbaciones retóricas, sin ese mordiente de retruécano, Star Trek se convertiría en Star Wars y, aunque todo apunta hacia la síntesis, Abrams no olvida por qué Lucas acabó víctima de una esclerosis argumental. Lo propio de Star Trek reside en el verbo, la acción es el respiro y a eso se dedica esta nueva incursión que no puede superar la satisfacción de la entrega anterior pero que no desmerece de sus logros. Al contrario, salvo algunas concesiones de cara a la galería, Abrams consolida el fundamento de toda película de acción y aventuras, cultiva la existencia de un fascinante enemigo, una amenaza a la altura de la grandeza de los héroes. Ese enemigo pertenece a esa oscuridad a la que alude el título y, lejos de defraudar, garantiza la curiosidad por ver y seguir lo que inevitablemente seguirá viniendo.

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