La soga a ritmo de tango

Título Original: TESIS SOBRE UN HOMICIDIO   Dirección: Hernán Goldfrid  Guión:  Patricio Vega; basado en la novela de Diego Paszkowski Intérpretes: Ricardo Darín, Alberto Ammann, Calu Rivero y  Arturo Puig Nacionalidad: España, Argentina. 2013 Duración:  106 minutos ESTRENO: Abril 2013

Con la sombra de El secreto de sus ojos pegada a la piel de Ricardo Darín, la ópera prima de Hernán Goldfrid puede malinterpretarse. Goldfrid no pretende, como lo hacia Campanella, recontar la historia reciente de la Argentina de los perros de presa, la dictadura del 76 y los torturadores. Su cine mira a un tiempo distinto por más que ambos estén atravesados por el cadáver de una joven mujer terriblemente asesinada, y una niebla de misterio convierta el crimen en un enigma. Mientras Campanella surcaba diferentes estadios temporales, el filme de Goldfrid se mueve en una cronología lineal, aunque en ese presente que ocupa su contenido se ciernen polvos de un pasado siempre pendiente de aclarar. 
El modelo de referencia utilizado por la novela de  Diego Paszkowski se decanta abiertamente hacia unos referentes más internacionales, más del thriller de arabesco y filigrana, de trampa y cartón, la deriva contemporánea de lo que Hitchcock elevó a categoría de excelencia.
Y ya que se cita a Hitchcock cabe recordar uno de sus filmes más manierista: La soga. De él se recuerda la proeza de haber sido construida en un único plano-secuencia, cosa que no es del todo exacta y, además, no era lo fundamental de su naturaleza. Como se recordará, en aquel filme, Hitchcock disertaba sobre una obsesión: la de la incapacidad de la Justicia para cumplir con su nombre. Allí como aquí, un veterano profesor es retado por un alumno brillante. El maestro ha vivido y porque ha vivido, tiene desgarros emocionales, heridas sin cerrar. El pupilo, se muestra arrogante y desafía la impostura de un mecanismo que sabe imperfecto, amañado, menos preocupado por el crimen que por la repercusión de quién sea la víctima y el asesino. Con pulso equilibrado y una única idea clara, Darín que, salvo con Trueba, da siempre una serena profundidad a sus personajes, construye un abogado vulnerable al que los fantasmas del ayer le delatan por tics poco saludables: fuma compulsivamente y bebe con sed oceánica. La trama, o sea su autor, Goldfrid, borra la brecha entre paranoia y verdad. ¿Está loco o tiene razón? La respuesta no admite dudas, pero el filme titubea más de la cuenta porque los secundarios carecen de alma.
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