Vodevil por los aires

Título Original: LOS AMANTES PASAJEROS Dirección y guión: Pedro Almodóvar  Intérpretes: Javier Cámara, Carlos Areces , Raúl Arévalo, Lola Dueñas, Cecilia Roth, Antonio de la Torre, Miguel Ángel Silvestre, Hugo Silva, Guillermo Toledo, Penélope Cruz y  Antonio Banderas  Nacionalidad: España. 2013   Duración:  90 minutos ESTRENO: Marzo 2013


Se dirá que es por exigencias de producción, o tal vez por la necesidad de limitar el número de los personajes, pero hay un gran cambio entre el Almodóvar de sus comedias iniciáticas con respecto al de esta última, éste Los amantes pasajeros que desde el título proclama y reclama una buscada ambigüedad. Se trata de una diferencia de clase. El Almodóvar de los años 80, el de Pepi y Lucy; el de los tigres y la tinieblas; y el de las amas de casa que hacían justicia con un pernil, en este avión y en aquellos años hubiera colocado la cámara en la clase turista. Allí se encontraban sus raíces. Allí, entre chicas de pueblo y travestis de barrio; entre macarras de discoteca y chaperos proletarios, Almodóvar se hizo. Pero eran otros tiempos y en Los amantes pasajeros, Almodóvar pone a casi todos sus referentes a dormir. En este viaje, la clase media baja está anestesiada. En su metáfora de la España actual, son zombies aletargados.
En su lugar, cinco profesionales de esos que ahora Iberia quiere echar a la calle, se convierten en los demiurgos de una exaltación del deseo corporal. Una pulsión explícitamente homosexual. Ya lo ha dicho el propio Almodóvar, su cine es gay ciento por ciento. De manera que cuatro locas y un reprimido, que será llevado al buen camino, reinan en medio de unos pasajeros de primera clase que encierran todas las inmundicias del poder. Políticos corruptos que construyen aeropuertos vacíos, prostitutas de lujo que aglutinan testimonios filmados de los grandes de España y todos sus vicios, asesinos mexicanos, actores infieles eternos inmaduros y recién casados que no cesan de darse el gusto. Ah, y una virgen vidente que aporta el lado supersticioso y estampero del Almodóvar del folklore mariano. Indiscutiblemente estamos ante un filme menos solemne que La piel que habito, con menos pretensiones; una suerte de divertimento y ¿una vuelta atrás para coger impulso? Habrá que esperar a la siguiente cita. En ésta permanece el rigor febril de un  Almodóvar que casi siempre obtiene de sus actores los mejores registros. Aquí todos vuelan alto. Mucho más que sus personajes, demasiado complacientes, sin recovecos; puro vodevil culpable de contemporizar con tanto pedorro corrupto. En los 80, Almodóvar los hubiera estrellado.
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