Héroes adolescentes
Título Original: THE PERKS OF BEING A WALLFLOWER Dirección: Stephen Chbosky  Guion: Stephen Chbosky; basado en su novela “Somos infinitos”  Intérpretes:  Logan Lerman, Emma Watson, Ezra Miller, Paul Rudd, Mae Whitman Nacionalidad:  EE.UU.  2013 Duración: 102 minutos ESTRENO: Febrero 2013

La  espina dorsal de este melodrama suave o comedia ácida, como prefieran de adolescentes inconformistas que saben de Dickens y escuchan a los Smiths, la compone un trío que algo debe y mucho bebe del Jules et Jim (1962) de Truffaut; de La carnaza (1995) de Tavernier; o incluso, del Soñadores (2003) de Bertolucci. Como en todos los casos citados, estas miradas a la adolescencia siempre llevan implícitas ciertas reverberaciones propias y un inequívoco gesto de complicidad. Tan interesante como todas las citadas pero, lógicamente, empapada con los estilemas de su tiempo, esa mirada a tres jóvenes estudiantes en los años en los que Rocky Horror Show era santo y seña de quienes eran freakies, mucho antes de que se impusiera el término, se propone un retrato generacional a una forma de despertar a la vida.
Stephen Chbosky, autor de la novela, del guión y finalmente de la dirección de esta película, se sirve del más joven de los tres protagonistas para, a modo de diario-confesión, recrear una historia de amistad entre tres estudiantes. El que lleva la voz cantante es el más joven. Aislado, taciturno y amedrentado por la agresividad escolar esconde una herida interior y se refugia en un extraño ensimismamiento. Dos amigos del último curso se convertirán en sus ángeles guardianes, aunque nunca esté claro quien guarda a quién y quién necesita más ayuda. Los otros dos son un vitalista homosexual que exhibe su opción sexual en un ambiente hostil y una joven atractiva cuyas relaciones sexuales fueron prematuras y son tormentosas. Los tres se saben diferentes en un mundo en el que quizás todos lo sean. Son tres raros marginados con heridas abiertas. Chbosky narra bien, mide bien, sabe insinuar complejidades sin parecerlo y, como la música que suena en el filme, evidencia sensibilidad y buen criterio. Lo mismo acontece con sus actores principales, con la puesta en escena, con el cromatismo y con la equilibrada voz propia. No hay estridencias, no hay tremendismo, todo es suave y casi nada le falta.
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