…Y el musical quiere hacerse cine
Título Original: LES MISÉRABLES Dirección:  Tom Hooper   Guión:  Boublil, Nicholson,  Schönberg y Kretzmer Intérpretes: Hugh Jackman, Russell Crowe,  Anne Hathaway,  Amanda Seyfried y  Helena Bonham Carter  Nacionalidad:  Reino Unido.  2012   Duración: 158 minutos ESTRENO: Enero 2013

El guión de Los Miserables viene firmado por William Nicholson, Alain Boublil, Claude-Michel Schönberg y Herbert Kretzmer. Antes, dos de ellos. Boublil y Schönberg; libretista y compositor respectivamente, echaron mano en 1980 de la novela de Victor Hugo para crear el musical homónimo que ahora recorre su estructura fundante, uno de esos espectáculos a los que los turistas de provincias acuden cuando van a la capital. Dicho de otra manera, nada hay en este Los miserables que pueda reclamar la subjetividad de un artista creador. Al contrario. Se trata de un constructo industrial nacido para encandilar a públicos heterogéneos unidos por el común denominador de lo que se califica de mayoría. Es decir, la mayor de las minorías.
No es cuestión de reconstruir ni los detalles históricos que acompañaron a Victor Hugo en su escritura del texto original, en 1862, ni la larga relación de adaptaciones, referencias y ecos incontables que ha generado este folletín terrible por el drama de lo que cuenta. Porque precisamente ese “lo que cuenta”, de lo que habla, no es otra cosa que de la condición humana, algo inasequible al anacronismo. En todo caso, si algo chirría en este texto proviene de la novela que está narrada, en su origen, por un obispo y que, en consecuencia, resulta harto benevolente con la imagen del estamento eclesiástico católico en un tiempo en el que el poder poco sabía de los derechos humanos. No obstante y al margen de cuestiones ideológicas, que estemos ante un producto nacido para vender, no implica prejuzgar la bondad acerca del contenido, sino evidenciar su incapacidad/imposibilidad para correr riesgos. 
Y es que, concebida con mimo y lujo, todo en Los Miserables reclama grandeur. Eso incluye la elección de Tobe Hooper para dirigir este filme tras su oscarizado y sobrevalorado El discurso del rey. Aunque algo es evidente, ni El discurso del rey era tan excepcional como se dijo, ni Los miserables carece de valor como ahora pretenden. 
Puestos a elegir, no presenta ningún interés revisar El discurso del rey y sin embargo, se podrá disfrutar volviendo a ver -con dosificación, eso sí-, este Los miserables. Con la referencia expresa a la “Cosette sweeping”, el icono que en 1886 popularizó el artista grabador Émile Bayard, un lugar común casi siempre que se acude a la obra de Victor Hugo, lo que Hooper ha realizado no es sino una gestión profesional de lo cinematográfico frente a lo teatral y lo literario. Esto es, sus “Miserables” se resuelven buscando la tridimensionalidad, no la del 3D sino la propia del espacio fílmico. Una profundidad de campo aplicada en la confrontación entre el primer plano y el movimiento de cámara. Nada hay más extraordinariamente imperativo que el primer plano de un actor. Y si éste además canta la miseria de la humanidad, su impacto resulta demoledor. Y nada existe más embaucador que el arabesco de una cámara en movimiento. Que sea en grúa, traveling o cámara en mano, da igual. La velocidad y el movimiento masajean las retinas hasta la seducción. 
En este caso todavía había más. Porque estamos ante un musical que se sitúa en las antípodas de lo que Burton hizo en Sweeney Todd, filme en el que, como aquí, también estaban Helena Bonham Carter y Sacha Baron en sendas interpretaciones similares por su histrionismo. Pero no es histrionismo lo que aquí subyace sino sentimentalismo y monumentalidad. Y Hooper sale bien parado gracias a algo que le define. Sabe dirigir a los actores y aquí todos le responden. Especialmente Jackman y Hathaway, el Jean Valjean y la Fantine víctimas de un mundo siempre más culpable por su falta de compasión que por ser impío.
Please follow and like us:
Pin Share

Deja una respuesta