El pobre Crisanto

Título Original: OPERACION E Dirección: Miguel Courtois Paternina  Guión: Antonio Onetti; basado en un argumento de Ariel Zeïtoun Intérpretes: Luis Tosar y Martina García Música: Thierry Westermeyer  Fotografía: Josu Incháustegui  Nacionalidad:  España. Francia 2012  Duración: 108 minutos ESTRENO: diciembre 2012


Tosar abre su intervención con una declaración de intenciones. Y con él, Courtois, el desconcertante realizador de Lobo y Gal, arranca su filme con un primer plano sobre el que ejerce un delicado zoom de significación autoral. Así que lo primero que desconcierta es la camaleónica convicción del intérprete. Bien conocido por el público, ver y escuchar a Tosar con un cultivado acento colombiano arrancado a la selva de las plantaciones de coca y guerrilla, desencaja. También contribuye el tostado color de su piel y ese desmayado gesto que busca imprimir algo que Tosar no puede impostar: los rasgos étnicos de Crisanto, un modesto agricultor al que el conflicto interno de su país le llevó a sufrir una pesadilla.
Con querencias por hurgar en las cloacas de la violencia política y el conflicto social, Courtois, director que se mueve entre Francia y España, nos coge desprevenidos por dos razones. La primera, por haber convencido con su historial a un actor como Tosar para embarcarse con él en un proyecto donde también figura como productor. Y la segunda, observar las contradicciones de su intento de evitar ser un producto televisivo. 
En su película sobre el Gal, Courtois ya daba señales de querer lograr algo más que una mera ilustración. Ahora y aquí agita una suerte de trascendencia frustrada por su falta de coherencia.
En síntesis, lo que cuenta Operación E, gira en torno a las vicisitudes sufridas por un nativo,  José Crisanto Gómez, al que unos miembros de las FARC le encargaron el cuidado del niño Emmanuel, hijo de Clara Rojas, abogada a la que habían secuestrado. Y eso es lo que muestra. El infierno sufrido por Crisanto, zarandeado por los guerrilleros y encarcelado por el gobierno que desemboca en una conclusión archisabida. En el tiempo presente, las víctimas de los conflictos armados pertenecen siempre a la pacífica población civil. El problema es que para sostener esto, Courtois invoca lo real pero se echa en manos del artificio. Si el hacer de Tosar respira la dignidad estéril del buen trabajo inadecuado, el resto, permanece ajeno al rigor y es incapaz de mostrar la seriedad que reclama el tema que trata.

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