El policía ambiguo
Título Original: THE GUARD Dirección y guión:  John Michael McDonagh  Intérpretes: Brendan Gleeson, Don Cheadle, Mark Strong, Liam Cunningham, Fionnula Flanagan, Pat Shortt, David Wilmot  y Rory Keenan Nacionalidad: Irlanda. 2011   Duración:  96 minutos ESTRENO: Julio 2012
El irlandés puede ser explicado como cine negro de extensiones posmodernas y querencia por el retruécano retórico; cine de comedia agria que se arrima al ingenio desde el total descreimiento; y cine, sobre todo, irlandés que se (son)ríe ante su pasado y (d)escribe un presente de futuro envilecido. Todo eso y algo más late en The Guard, algo así como El policía, aquí rebautizada como El irlandés. Con este filme, dirigido y escrito por John Michael McDonagh, hermano mayor del también cineasta y dramaturgo Martin McDonagh, se asiste a la conformación de una saga de hermanos cineastas. Los McDonagh son para Irlanda lo que los Kaürismaki suponen para Finlandia. En ambas familias, el origen territorial empapa y determina el contenido argumental de sus películas. En ambos clanes, una sensación de extrañamiento y estupor atraviesa sus textos.
Pero vayamos a The Guard, un filme en el que la presencia de Don Cheadle, actor y aquí además productor, resulta fundamental para determinar su naturaleza. La otra presencia mastodóntica es la de un clásico en el cine de raices gaélicas, Brendan Gleeson; un gigantón que pasea su humanidad componiendo una suerte de policía pasmado capaz de cualquier cosa, incapaz de casi todo.
Su argumento es convencional. Una banda de narcotraficantes prepara una operación a gran escala. Un agente del FBI es enviado a la isla irlandesa para tratar de desmontar una mafia que, poco a poco, veremos ha corrompido a toda la Policía. En ese paisanaje abonado por el deshonor y la picaresca, la muerte reina sin remordimiento y la vida se pierde sin estremecimiento.
John Michael practica, como su hermano Martin, una caligrafía de arabescos crueles, de sensaciones cínicas ante un mundo retratado con rabia. Ese ambiente rural se diría es el reverso perverso de las comedias Ealing. El lugar donde se cultivaba el guiño conservador por las excelencias de la vida tranquila en la provincia, deja paso a una desesperación saciada a golpe de cerveza y masajeada por el sexo de pago. Ese es el espacio que vigila este guardián mordaz, iconoclasta y de quien no sabemos si es capaz de jugarse la vida por los demás o de jugárnosla por unos (millones de) centavos.
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