Coreografía contemporánea al servicio de un texto clásico
Título Original: SHERLOCK HOLMES: A GAME OF SHADOWS Dirección: Guy Ritchie Guión: Kieran y Michele Mulroney; basado en el personaje de Conan Doyle Intérpretes: Robert Downey Jr. , Jude Law, Noomi Rapace, Stephen Fry y Jared Harris Nacionalidad: EE.UU. 2011 Duración: 129 minutos ESTRENO: Enero 2012

Guy Ritchie no se ha movido ni un sólo milímetro de donde estaba al empezar. Lo curioso es que en su comienzo estaba justo allí donde otro director, inglés como él, alcanzaba ese instante de gloria tras el que sobreviene la perdición. Hablamos de Danny Boyle y Trainspotting (1996). Recordemos. Justo un año antes, 1995, Ritchie había filmado un cortometraje de presentación, The Hard Case, y justo dos años después, debutaba en el terreno del largometraje con Lock, Stock and Two Smoking Barrelsen; un cine irreverente, post-punkie y descreído, deudor de las nuevas posibilidades que la videocreación y la publicidad habían puesto en las manos de la generación que llegó al cine después de ilustrar canciones pop. Estigmatizados por cierto sector de la crítica muy beligerante con las veleidades “modernas”, mientras Danny Boyle se empeñó en buscar legitimidad con cambios de registro y maneras, Ritchie se ha encastillado en esa fórmula efectista y brillante, gratuita y gamberra. Desde entonces, con obras como Snatch: cerdos y diamantes y RocknRolla, Ritchie insiste en las mismas formas salvo durante un extraño período de desorientación que coincidió con su relación con la con la que durante un tiempo fue su mujer, Madonna.
La anterior aventura de Sherlock Holmes dirigida por Ritchie y con el mismo reparto en sus principales personajes, fue la de la sorpresa, la de la adaptación del mundo creado por Conan Doyle a las maneras anfetamínicas, irónicas y fragmentadas del hacer de Ritchie. ¿Sacrilegio? En otros tiempos quizá, ahora todo lo contrario. Durante estos días, coincidiendo con el estreno de Juego de sombras, se nos ha recordado las decenas de adaptaciones que el cine ha sido capaz de pergeñar con el detective de Baker Street. Las ha habido de tantos colores y calidades, que la mirada de Ritchie no puede presumir ni de ser la más bizarra ni, por supuesto, la más convencional.
En todo caso en este Holmes, ya liberado en esta segunda entrega de la servidumbre de presentar al personaje, se impone la certeza de que Ritchie ha hecho algo semejante a lo que Spielberg hizo en su inmersión en el mundo del Tintin de Hergé: llevarlo a su terreno. O sea, releer a Doyle para reinterpretarlo desde el tiempo presente. Y si en el retrato original, Holmes se acompañaba de algunas querencias oscuras que eran convenientemente espulgadas en algunas traducciones blancas, aquí Ritchie juega a fondo las bazas de la incorrección de personaje. Se diría que su Holmes y Watson han sido gestados al modo en el que algunos personajes de Tarantino reinterpretan los textos clásicos. Es decir, desde la caricatura y el sobreentendido. Por eso, en Juego de sombras, hay más claridad de la que su título sugiere.
Ritchie bucea en la ambigüedad de la relación entre Holmes y Watson, usa y abusa del exceso; lleva lo superlativo a lo ordinario y todo se desenvuelve por el camino del humor y el guiño. Cuenta con la complicidad de un buen reparto. Si el a menudo ingobernable Robert Downey jr. resulta aquí creíble es porque Jude Law le cubre las espaldas en un interesante duelo. Lo demás, lo dicho al comienzo. Algo que con Ritchie parece garantizado. Vitalidad, diversión y algarabía. Coreografía contemporánea al servicio de un referente clásico que, lejos de languidecer, cobra aquí un interesante papel. Entretener sin mayores pretensiones que las de aplicarse en la resurrección del folletín del siglo XXI. En apariencia todo es más obvio y soez, en el fondo, todo resulta más ingenuo e inofensivo, sostenido por la ironía, el misterio y el anacronismo.

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