Clonaciones para nada
Título Original: STRAW DOGS Dirección: Rod Lurie Guión: Rod Lurie; basado en el guion de David Zelag Goodman y Sam Peckinpah Intérpretes: James Marsden, Kate Bosworth, Alexander Skarsgård, Dominic Purcell, Willa Holland y James Woods Nacionalidad: EE.UU. 2011 Duración: 110 minutos ESTRENO: Diciembre 2011
Cuando hace ahora diez años, un cineasta de prestigio como Gus Van Sant decidió copiar un filme legendario como Psicosis , ulularon las señales de alarma. Cuando se estrenó, hubo acuerdo unánime: las premoniciones se habían cumplido. Rehacer Psicosis de Alfred Hitchcock no sólo era un disparate, sino que esa clonación que como única novedad, al margen del cambio lógico de actores, consistía en poner color a lo que en la versión original era blanco y negro, no sólo no aportaba nada sino que sus resultados artísticos quedaban muy por debajo de la obra original. Conscientemente o no, eso nunca se ha aclarado, Gus Van Sant estaba demostrando algo obvio. Que una película es mucho más que una sucesión de fotos en movimiento. Van Sant rehizo los mismos planos que había utilizado Hitchcock, pero su Psicosis era un desvaído reflejo imitativo carente de tensión, de emoción y de interés. Había otra lección aprehendida: el signo de los tiempos cambia y con él, la percepción del espectador.
Con ninguna intención salvo la de poner en venta la buena historia con la que Sam Peckinpah alumbró una de sus más celebradas películas, Rod Lurie (re)escribe y dirige una esforzada adaptación sobre la fiera que cada ser humano alberga en su interior. Hay que decir que Lurie arranca bien. Su ligero maquillaje para recontar la misma historia, da sus frutos en la primera parte. Es posible que el peso del recuerdo de Dustin Hoffman y Susan George enturbie la percepción de los espectadores que saben del filme de Peckinpah pero, aunque no rozan la excelencia de sus antecesores, James Marsden y Kate Bosworth saben que cabalgan sobre un guión de hierro y que resulta suficiente con dejar que la letra escrita aflore en la pantalla. Y así ocurre pero Lurie prefiere echar la suerte en lo espectacular. Prefiere la impostura antes que hurgar en la verdad implícita en su interior. Y eso condena “su” Perros de paja. Casi nadie destacará sus limitados valores; será raro que espectadores de más de 40 años quieran verla si vieron la obra de Peckinpah y su mejor aportación significará, para quienes desconozcan al autor de Grupo salvaje, que este filme se lo sirven en bandeja de plata.
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