Polvo enamorado Título Original: NORWEGIAN WOOD Dirección: Tran Anh Hung Guión: Tran Anh Hung; basado en la novela de Haruki Murakami Intérpretes: Kenichi Matsuyama, Rinko Kikuchi, Kiko Mizuhara, Reika Kirishima, Kengo Kôra y Eriko Hatsune Nacionalidad: Japón. 2010 Duración: 133 minutos ESTRENO: Abril 2011

Hace unos años Tran Anh Hung descubrió al mundo que en Vietnam había vida debajo de las ruinas del apocalipsis. Dicho de otro modo, que tras aquel The end magistral de Coppola, con la voz de Morrison de fondo, Vietnam volvía a ser un paisaje paradisiaco habitado por gentes pacíficas. Algo ha llovido desde El olor de la papaya verde y Cyclo, pero este cineasta asiático enraizado en Francia no ha perdido su habilidad para mirar a la Naturaleza y extraer de ella el misterio de una armonía inexplicable.
Ahora Anh Hung reaparece reinterpretando la obra literaria de Haruki Murakami, un escritor japonés singularmente dotado para describir los crujidos del alma. Murakami pertenece a esa estirpe de narradores que inflaman la imaginación del lector. Sin embargo, Tokio Blues se mueve en el registro más contenido, desde ese punto de vista de saber convocar iconos de singular poderío. Tokio Bues se ubica en ese espacio vital tantas veces llevado al cine francés que habla del primer tropiezo, que trueca juventud por madurez al imponer algo tan obvio, cuando se ha vivido lo suficiente, como que en toda existencia va implícita una cuenta atrás para encarar la muerte.
Ambientada en los 60, en el tiempo de los nuevos cines, la exaltación de lo joven, el sexo, las drogas y el rock and roll, Tokio Blues explora y explota los recuerdos de un superviviente de aquella época.
Tokio Blues podría formar un tríptico con el Soñadores de Bertolucci y con Jules et Jim de Truffaut. En ellas, un triángulo conformado por dos hombres y una mujer están en el corazón del relato. El sexo, el amor y la muerte convocan un proceso iniciático que, en manos de Anh Hung, se abrocha a una fascinante puesta en escena regada de enigmática belleza y ensimismada aceptación. Una banda sonora generosa en sugerencias y referencias marca el contrapunto de una deriva hacia la locura y el suicidio en medio de una sociedad en plena transformación.
El mundo se agita pero los protagonistas de Tokio Blues supuran parsimonia y dolor. La suya es una canción triste de melancólica perfección que sigue resonando en el interior, aunque el filme haya terminado. Prueba evidente de que cine y literatura pueden hacer un buen casamiento.

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