El abogado sobre ruedasTítulo Original: LINCOLN LAWYER Dirección: Brad Furman Guion: John Romano; basado en la novela de Michael Connelly Intérpretes: Matthew McConaughey, Marisa Tomei, Ryan Phillippe, William H. Macy, Josh Lucas, John Leguizamo, Margarita Levieva y Frances Fisher Nacionalidad: USA. 2011 Duración: 118 minutos ESTRENO: Mayo 2011

El título original, aquí escamoteado, teje un guiño entre este filme de Brad Furman y Gran Torino de Clint Eastwood. En ambos, la evocación a un automóvil se utiliza como metáfora y pretexto para diagnosticar la descomposición moral de EE.UU. Furman abre su filme con un montaje setentero en el que el símbolo del Lincoln, coche fabricado por la Ford, inaugura un discurso que sienta en el banquillo de la acusación al propio sistema judicial norteamericano. Su protagonista encarnado por McConaughey, se dedica a defender delincuentes con la cínica actitud de quien sabe que los más peligrosos, los más voraces y los más sanguinarios, jamás acaban procesados. Su despacho es un Lincoln en donde, a veces, recibe a sus clientes; en buena medida porque no son clientes a los que se les puede abrir la puerta de ningún lugar fijo. Los primeros minutos se utilizan para describir y descubrir un paisaje de corrupción. Allí reina este defensor de los delincuentes entre la picaresca legal, el desprecio de los policías, la perplejidad de su mujer que trabaja para la fiscalía y el roce brutal y endurecido de unos clientes nada recomendables. En realidad lo que la novela de Connelly se propone y Brad Furman filma, es una crónica descreída sobre la Justicia y, en consecuencia, sobre el ser humano. Sus verdaderos cimientos se reconocen en el thriller de los años de The French Connection, Chinatown y Harry el sucio; en el advenimiento del tiempo del cinismo político, justo en los años en los que Hollywood recuperaba el poder a golpe de efecto especial y con relatos para adultos infantilizados. Eso confiere a El inocente un singular refuerzo propio del género negro: cuestionarse por lo moral y lo ético desde el escepticismo de quien desea que las cosas cambien. Desear no significa creer y El inocente baila una danza macabra en la que se describe un territorio de ignominia. La psicopatía y la falta de arrepentimiento marcan los límites de unos personajes demasiado previsibles porque, en estos casos, los mecanismos del mal son siempre parecidos. La sempiterna historia del gato y el ratón al servicio de un filme más interesante por la puesta en escena que por la originalidad de su argumento.
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