Caspa cañí en relieve y sin remedio

Título Original: TORRENTE 4 (LETHAL CRISIS) Dirección y guión: Santiago Segura Intérpretes: Santiago Segura, Kiko Rivera, Tony Leblanc, Yon González, Javier Gutiérrez, Enrique Villén, Cañita Brava y Belén Esteban Nacionalidad: España. 2011 Duración: 92 minutos ESTRENO: Marzo 2011
Nada de lo que se diga cambiará el curso comercial de Torrente 4, un filme tan indigno de ser analizado textualmente como decisivo para despertar al sociólogo (y quién sabe si al sociópata) que todos llevamos en algún recoveco de nuestras entrañas. Santiago Segura ha conseguido lo esperado. Su Torrente 4 resulta tan poco atractivo, tan vacío de contenido, tan soezmente masturbatorio que su éxito sólo puede provocar escalofríos. Entre el director y guionista, Santiago Segura, y su personaje, Torrente, se produce el mismo fenómeno que el de doctor Jekyll y Mister Hyde. Quienes reconocemos en Segura un talento evidente tememos que su éxito acabe por diluirlo en una ventosidad maloliente como sus chistes y como sus rijosos amiguetes convocados al reclamo del euro. Las razones del descenso hacia la grasa y caspa carente de interés y sentido se pueden cifrar en muchos detalles.
Por ejemplo, veamos al compañero del protagonista. En el primer filme, Segura echó mano de Javier Cámara; en el segundo, Gabino Diego; en el tercero, José Mota, en el cuarto, Paquirrín. La curva del talento actoral establece el gráfico de una ruina sin remedio. Si hablamos del villano, personaje que desde el Hollywood clásico es sabido que cuanto más sólido resulte, más contribuirá a engrandecer el papel del héroe, Segura ha apostado por el abismo. Ahora bien, ninguno tan incompetente como el de esta entrega en 3D, el cantante Francisco. ¿Y qué decir de los amigos? A fuerza de cameos se canibalizan entre ellos.
De modo que Torrente 4, que ya ni siquiera sorprende por la incorrección de sus bromas, nada en la misoginia para ahogarse en el racismo, en la insipidez y en lo escatológico… Caca, culo, pis… son los aromas que utiliza Segura para aliñar la maestría de tanto monstruo profesional como el que aquí ha sido invitado. Algunos aciertan a vislumbrar en Torrente un tratado de la estulticia cañí. Es posible que existiera alguna intención en la estrategia de Santiago Segura. Una suerte de ulular simbólico preso en la risotada crispada de quien nos coloca ese espejo de lo que somos. Pero tras cuatro entregas da la impresión de que Segura está feliz de estar, ser (y retozar) con la basura y sus acólitos.
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