Distopía romántica

Título Original: THE ADJUSTMENT BUREAU Dirección: George Nolfi Guión: George Nolfi; basado en el relato “Equipo de ajuste”, de Philip K. Dick Intérpretes: Matt Damon, Emily Blunt, Anthony Mackie, John Slattery, Michael Kelly y Terence Stamp Nacionalidad: EE.UU. 2011 Duración: 100 minutos ESTRENO: Marzo 2011

En otras manos, Destino oculto hubiera podido resultar inquietante y hasta surrealista; carne de culto al estilo de Dark City. Levantada sobre el entramado narrativo de Equipo de ajuste (un relato de Philip K Dick), su historia crece sobre la hipótesis de un mundo sin libre albedrío. En él los hombres viven una existencia pre-escrita por una voluntad superior ante la que se comportan como marionetas vigiladas por la mirada atenta de una legión de oscuros y cercenadores ángeles de la guarda. Una especie de Show de Truman multitudinario centrado en el deambular de un ambicioso y emergente cachorro político que, por casualidad, se enamora de la mujer equivocada. Esa ruptura con respecto al guión de su vida, hace que se ponga en marcha la maquinaria de (re)ajustar lo previsto.
Un despliegue rehabilitador ante el que, el protagonista, encarnado por Matt Damon, acabará dándose cuenta. Ese darse cuenta desemboca en una cuenta atrás para empezar a correr huyendo de todo, caminando hacia la nada. Eso es algo que Matt Damon hace con tanta frecuencia como entusiasmo, pero ese algo no encierra nada más, por eso sobre lo que se sostiene Destino oculto, es poca cosa.
Se le han encontrado muchos referentes, parientes próximos que, en este caso, llevan a disfrazar la ciencia ficción con un barniz de cine del presente. Es ésta una decisión (in)feliz que ayuda a hacer más desconcertante su arranque a costa de debilitar su capacidad de convencer. El debutante George Nolfi, autor de la dirección y del guión, se muestra incapaz de redimensionar lo que, al carecer de personajes con densidad dramática, se diluye en mera excusa (pre)argumental. Así que estamos ante una ingeniosa idea sin posibilidad de crecer, que usa y abusa del concepto de traspasar puertas insólitas. Puertas que, al atravesarlas, llevan al sujeto a lugares sorprendentes. Un viejo recurso, eco del montaje cinematográfico, que aquí se agota en un ir y venir hacia ningún lado con la sospecha de que se consumen los minutos en vano. Lo que arranca como una angustiosa condena distópica, se transforma en un romance feliz. ¿Pero se podría ser feliz sabiendo que alguien nos está escribiendo?
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