La leche que amamanta a los monstruosTÍTULO ORIGINAL: Pa negre Dirección y guión: Agustí Villaronga Intérpretes: Francesc Colomer, Marina Comas, Nora Navas, Roger Casamajor, Laia Marull, Eduard Fernández y Sergi López Nacionalidad: España. 2010 Duración: 108 minutos ESTRENO: Octubre 2010

Calladamente, como un “guadiana” del cine, el surco filmográfico de Agustí Villaronga dibuja un itinerario intermitente y ejemplar. Pocos citarán su nombre a la hora de pergeñar una relación de los profesionales más relevantes del cine español de los últimos 30 años. Pero para esos pocos, entre los que me encuentro, no cabe duda de que Villaronga perdurará a través del tiempo. Entonces, cuando el brillo de tantos goyas, óscares, osos, conchas, palmas y espigas se pierda en el olvido, algunas de las películas de Villaronga seguirán estremeciendo. Y cuando los jóvenes espectadores las (re)encuentren, sabrán que la historia oficial casi nunca reconoce a quien de verdad se lo ha merecido. Pa negre comienza su relato cuando el fin de la guerra civil española (1936-1939) abre el telón a una paz de venganza y miseria. Ese contexto histórico es puro pretexto. A Agustí Villaronga le interesa menos la descripción anecdótica de un espacio y un tiempo, que los tumores universales de la ética y el sexo. Pero lo definitivo de Pa negre es precisamente lo que se ha apuntado, esa hambruna a la que arrastra la miseria y ese resquemor envenenado que fluye de la culpa y el agravio. Es ese ignominioso caldo de cultivo engendrador de maldad, el que recrea Villaronga en la historia de una metamorfosis. Pa negre expone sin acritud y sin maniqueísmos de aplauso fácil y estampa bonita, el triunfo del miedo y la lógica de la mezquindad de la supervivencia.
En otra crónica, ubiqué a Villaronga en esa tierra extraña del cine español por la que transitan o han transitado, narradores de voz grave y cine intenso como José Luis Borau y Fernando Fernán Gómez. Como ellos, Villaronga crece en la periferia y entreteje géneros para alumbrar un toque propio. Si Borau siempre ha mirado el cine de los géneros del Hollywood clásico, y Fernán Gómez se complacía en poner cabeza abajo la comedia española con algunas gotas de surrealismo cañí, Villaronga camina obsesivo por las oscuras cavidades de la crueldad hispana y el fascismo.
Con crueldad extrema arranca el filme. Con un asesinato brutal y escalofriante compuesto con tanta fuerza que deja al espectador con el corazón encogido. Sin efectos especiales, sin malabarismos virtuales, sin pixels manipulados. Hay tanta precisión y realidad en ese caballo que se despeña muerto que duelen los huesos ante la solemnidad de su vuelo.
En ese precipitarse al barranco, en esa caída al horror, emerge un filme desolador y claustrofóbico sobre un tema nuclear en Villaronga: la semilla del mal y el mundo de los niños. Aunque en su origen el proyecto no surgió por voluntad expresa de Villaronga, el autor de Tras el cristal ha hecho suyos los relatos de Teixidor en los que se basa el filme hasta impregnarlos de su pasmo ante el misterio,el mecanismo y las motivaciones que convierten a un ser humano en un estar psicopático.
En el claroscuro turbio de un asesinato sin esclarecer y en medio de los ecos de la matanza que todo guerra lleva consigo, la acidez de este Pa Negre supone un indigesto alimento para estómagos sensibles.
Villaronga empapa el filme con una subtrama sobre la homofobia responsable y culpable de ofrecer el muro más débil de la estructura triangular sobre la que se sostiene el filme. Este pan amargo de miga densa se ha cocido en horno de saberes míticos y da sabores simbólicos. Pa negre es desoladoramente brillante cuando muestra la perversión, la culpa y el miedo y algo convencional cuando describe la vida cotidiana hecha de blandas recreaciones de boina y emoción. Y es que, no es cine de mariposas, sino de murciélagos vampiros.
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