La balada del Fénix
Título Original: VILLA AMALIA Dirección: Benoît Jacquot Guión: Benoît Jacquot y Julien Boivent; según la novela de Pascal Quignard Intérpretes: Isabelle Huppert, Jean-Hugues Anglade, Xavier Beauvois y Maya Sansa Nacionalidad: Francia y Suiza. 2009 Duración: 91 minutos ESTRENO: Junio 2010

Benoît Jacquot e Isabelle Huppert han vivido juntos cinco rodajes. O sea, se conocen bien y se sobreentienden mejor. Jacquot, cuya obra entre nosotros permanece semioculta, prácticamente desconocida del todo, comenzó de la mano de Marguerite Duras, una mano que, en algún modo, nunca ha soltado del todo. Luego debutó como realizador con un doble documental en torno a la figura y obra de Jacques Lacan en 1974. Aquello puede verse como una declaración de intenciones ratificada a través de una treintena larga de trabajos. Su obra se mueve en diferentes territorios incluidos la televisión y la ópera, pero siempre en espacios heterodoxos y dudosamente comerciales. Ese intenso camino hace de Benoît Jacquot uno de esos cineastas singulares que sólo sobreviven en el entramado cinematográfico francés. Fuera de Francia no crecen directores como él. En Villa Amalia, con el nutriente que le suministra la novela de Pascal Quignard -otro brillante y exótico fruto de la peculiaridad francesa- y con la afinidad que les da a ambos su querencia por la música, se descubre un experimento narrativo cuando menos desconcertante. La tercera figura esencial para que Villa Amalia sea lo que es, se llama Isabelle Huppert, una virtuosa de la interpretación que aquí desarrolla un irreprochable personaje apegado a una actitud.
Villa Amalia empieza con un descubrimiento, aunque en realidad se trate de la confirmación de una sospecha, nadie sigue a escondidas a su pareja si previamente no teme o percibe algo.Las evidencias siempre llegan tarde. Cuando certificamos algo ese algo ya se ha cumplido en un pasado más o menos lejano, de modo que ese instante con el que arranca el filme no puede obedecer a ningún final sino a un comienzo. Hay una imagen, un concepto primordial que taladra el periplo de una brillante intérprete de piano admirada y respetada, quebrada y al borde del desahucio psicológico. Lo que Villa Amalia se plantea es la posibilidad de un renacer, la hipótesis de una desaparición completa. ¿Puede un ser humano reinventarse por completo? ¿Podemos renacer a nuestro antojo¿ ¿A qué precio?
En una entrevista entre Bertrand Tavernier e Isabelle Huppert, a propósito de Villa Amalia, ambos hablaban sobre la relación misteriosa que se da entre lo que hay que entender y lo que tiene que sentirse. En el núcleo duro, en esa zona de desesperación y angustia que sufre el principal personaje de Villa Amalia, se escenifica la disolución de una vida, en paralelo a la construcción de un ¿sueño? Benoît Jacquot da cuerda a Isabelle Huppert para que la actriz, en un gesto de apropiación del personaje, establezca un proceso dialéctico entre ese entender por qué su personaje hace lo que hace y el sentir por qué hace lo que no se entiende. Dicho de otro modo, en Villa Amalia nos es dado asistir a un gesto creador pocas veces mostrado por el cine. Lo que en Villa Amalia interesa no reside tanto en la demolición de su historia pasada, ni en el rol que representa, ni en el poder que le ha sido dado. Sino en percibir lo que de universal y profundo tiene el gesto de afrontar la debacle reinventándose de nuevo.Tan inmensa se percibe esa epifanía que Benoît Jacquot no puede evitar un torpedo en su línea de flotación, una inesperada paradoja. Siendo como es un filme de cámara, con personajes escasos y anécdotas mínimas, todas y todos se antojan innecesarias, irrelevantes, concesiones gratuitas que nada aportan a lo esencial de la historia, a la soledad del personaje de Isabelle Huppert y a su metamorfosis. Si desaparecieran todos, Villa Amalia sería mejor y su misterio estaría mejor enfocado.
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