Alma de metal, carne de gomaTítulo Original: TRANSFORMERS Dirección: Michael Bay Intérpretes: Shia LaBeouf , Megan Fox, Josh Duhamel, Tyrese Gibson, Kevin Dunn, Julie White, John Benjamin Hickey, Ramon Rodriguez, Isabel Lucas y John Turturro Nacionalidad: EE.UU . 2009 Duración: 150 minutos ESTRENO: Julio 09


Como Georgie Dann, Michael Bay se ha especializado en marcar cada verano con su huella. De éxito en éxito él avanza hacia el fracaso crítico, hacia el menosprecio, hacia la nada. Pero como con Georgie Dann, incluso quienes le infravaloran y ningunean, no pueden sortear sus tentadoras propuestas. A su pesar, algo en lo más íntimo les (con)mueve a dejarse llevar por lo insustancial. Un poco de tinto de verano, una tarde tonta ,y ya está, ya han caído en este cine-trampa. Freud que con tanta rotundidad describió el campo de batalla de la psique humana, olvidó citar que entre el principio del placer y el impulso de muerte hay una sólida bisagra: un núcleo decisivo en el que se escucha el chirriar de lo macarra, el placer del mal gusto, el relajo de lo kitsch, la llamada de lo adolescente y el gesto liberador del idiota que nos acompaña. O sea, la sinrazón razonada.
La venganza de los caídos, epopéyico subtítulo para la segunda entrega de Transformers, resulta en ese sentido generosamente modélica.
Dos horas y media exactas para contar algo a lo que le sobran dos horas, sólo puede acometerse desde una pasión teenager. Bay la posee, aunque tal vez lo correcto sea decirlo en voz pasiva, pero lo importante es que Bay acomete esos 150 minutos como si estuviera dirigiendo Lo que el viento se llevó. O sea construye castillos de arena con la actitud de un arquitecto de catedrales. Por esa causa Transformers se descubre como un recital de excesos, como una simbiosis que, sin pudor alguno, mezcla teorías de todo tipo capaces de fundir el origen de las pirámides con las leyes de la robótica y aliens y terminators, en un campus lleno de incorregibles albóndigas.
Se trata de hacer ruido y mostrar curvas. Los metálicos se encargan de lo primero y los humanos se encargan de poner la sensualidad precisa para que sus fotos presidan los dormitorios con hormonas a flor de piel. Lo paradójico es que son las máquinas quienes demuestran poseer algo parecido a esa convención que llamamos alma para sugerir humanidad mientras que los humanos parecen de goma. No obstante, en el corazón de este atronador vacío brilla el irresistible canto de sirenas de lo hortera.
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