Lo que el Katrina nos dejó Título Original: THE CURIOUS CASE OF BENJAMIN BUTTON Dirección: David Fincher Guión: Eric Roth Intérpretes: Brad Pitt, Cate Blanchett, Taraji P. Henson, Julia Ormond, Jason Flemyng, Elias Koteas, Tilda Swinton y Jared Harris Nacionalidad: EE.UU. 2008 Duración: 166 minutos ESTRENO: Febrero 09


El último plano de El curioso caso de Benjamin Button es un plano viciosamente simbólico. Está construido con parecida humildad a la que Welles aplicó a su Ciudadano Kane. Ahora bien, a nadie se le escapa que estamos ante un Rosebud más propio de Tim Burton que de David Fincher por lo que su argumento tiene de excéntrico, de imposible. Pero si dejamos a un lado algunos pretextos fantásticos para penetrar en lo que hay de real en ese reloj dislocado que marca el tiempo de Benjamin Button vemos que se inscribe la misma ¿esquizoide? cuenta atrás que en El club de la lucha preludiaba el derrumbe de los orgullosos castillos de Manhattan.
Si es cierto que este ciudadano Button parece estar cortado con tijeras similares a las que fabricaron el traje de Kane, no lo es menos que su caso también parece adueñarse del mismo tono epopéyico con el que se describía la prehistoria de EE.UU. en Lo que el viento se llevó de Victor Fleming.
Los modelos no son casuales. Jordi Costa habla de películas con lujuria de Oscar para significar ese tipo de proyectos que, desde su primera imagen, no ocultan su ambición. Pues bien, de todas ellas, este año, la más voluptuosa, la más concupiscente es la película de Fincher a la que 13 nominaciones al oscar le preceden ratificando lo que nadie puede discutir: estamos ante una obra mastodóntica y monumental, eso que un cronista deportivo calificaría como película de la década o del siglo.
Y lo del siglo parecería ajustado porque, en realidad, El curioso caso de Benjamin Button recorre la historia de EE.UU. a lo largo de casi cien años, desde la primera guerra mundial- desastre creado por el hombre-, al despertar del huracán Katrina en los momentos anteriores a la destrucción de Nueva Orleans. Se trata de una crónica histórica fijada por la presencia de un hombre extraño nacido con el reloj cambiado. Al llegar al mundo, su estructura es la de un anciano. Mientras los demás envejecen, él rejuvenece en un extraño y doloroso proceso. Germinado sobre un relato breve de Scott Fitzgerald y guionizado por Eric Roth (Forrest Gump), Fincher se olvida del primero y sortea como puede al segundo, para alimentar, de vez en cuando, esas enérgicas secuencias que tanto le caracterizan.
En sus manos, dado lo excéntrico del relato, se disparan las metáforas. Alegorías e imágenes conforman uno de esos textos fílmicos a los que es posible regresar a menudo para percibir figuras que antes no se habían percibido. Fincher es un maestro de la manipulación y de ese término del que se abusa tanto, el palimpsesto. En consecuencia Fincher insemina en su película mil detalles sorprendentes cuyo sentido último espera(rá) ser desvelado.
La asignatura pendiente de Fincher, como ocurre con Scorsese, reside en su incapacidad para transmitir la emoción del amor en plenitud. Cuando Fincher se pone romántico imita las luces crepusculares de Memorias de África pero le sale una Corazonada de medio pelo. No es decisivo, pero por culpa de eso, el filme se demora alargándose más de la cuenta. Por fortuna, en el haber hay mucho. Por ejemplo, una bella fábula sobre la soledad de quienes son/se sienten diferentes y una críptica lectura sobre el fracaso de una civilización empeñada en hacer de lo joven el máximo valor. Por eso, en su núcleo decisivo aparece el pánico de una sociedad occidental irresponsable en la que la figura paterna huye ante la imagen del hijo. Le pasa a Thomas Button, le pasa a Benjamin Button… por eso todo empieza y todo termina con el (re)encuentro y la confesión de una madre y su hija. Y es que, en Fincher, el padre-hombre, lo masculino, suele estar en crisis y/o en peligro de extinción.
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