Testigo de su propia autopsia

Título Original: AWAKE Dirección y guión: Joby Harold Intérpretes: Hayden Christensen, Jessica Alba, Lena Olin, Terrence Howard, Christopher McDonald, Fisher Stevens y Sam Robards Nacionalidad: EE.UU. 2007 Duración: 84 minutos ESTRENO: Abril 08
Joby Harold concibió Despierto mientras sufría los insoportables dolores de unos cálculos en el riñón. De aquellas piedras nacen estos temores que, en el peor de los casos, presentan una virtud innegable: exploran miedos cercanos que nada tienen que ver con fantasmas, monstruos ni apocalipsis. Miedos que cuanto más verosímiles -lo que no siempre significa que sean posibles- más insoportables resultan. Con ellos Hitchcock hacía capítulos para su serie, con ellos jamás se hubiera permitido hacer un largometraje, falta sustancia. De hecho, la grieta que resquebraja de parte a parte este título muestra la sensación de que no estamos viendo una película sino dos. Dos relatos de naturalezas muy distintas.
Quienes, a la vista del trailer, han decidido que no irán a verla porque creen que todo gira en torno al horror de un paciente al que se le está trasplantando el corazón, se equivocan. Ese horror porque la anestesia no ha cumplido con su misión sólo ocupa la mitad de la película.
Consciente de que penetra en un cenagal -la imagen de una camilla nos espera a todos, si llegamos a tiempo, al final del pasillo-, Harold se da prisa en cambiar las cartas. Así, lo que crece como drama deriva hacia el thriller y Harold trueca estadística por ficción. Cuando todas las piezas están ya sobre la mesa y la congoja se hace insoportable Despierto cambia de tono. Articulado en tres tiempos, el primero trata de sostener una hipótesis poco creíble: un joven multimillonario se empeña en que le opere un médico de tercera en agradecimiento porque, al parecer, cuando tuvo el primer síntoma grave de su dolencia, fue quien le salvó la vida. Vive con una madre posesiva, protectora y cariñosa, y mantiene en secreto una relación amorosa con una joven sensual, dócil y sumisa. Hay una ausencia de padre, muerto en accidente vestido de Santa Claus y un corazón, el del protagonista encarnado por Christensen, que agoniza. De haberse quedado en este estadio , la película terminaría justo cuando Harold arma su filme con un complejo entramado criminal. Con él, el dolor real cede el sitio al artificio del suspense y una lágrima cambia lo real e insoportable, por lo fantástico y venial. Cosas del cine comercial.
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