Policía bueno, policía maloTítulo Original: PRIDE AND GLORY Dirección: Gavin O’Connor Intérpretes: Edward Norton, Colin Farrell, Jon Voight, Noah Emmerich, Jennifer Ehle, John Ortiz, Frank Grillo, Shea Whigham y Lake Bell Nacionalidad: EE.UU. 2008 Duración:130 minutos ESTRENO: Enero 09

Hay casualidades que parecen caprichos de dioses. Por ejemplo, esta Cuestión de honor ha tardado años en poder estrenarse sometida a numerosos retrasos. El primero, el 11 S y la inconveniencia de su denuncia al cuerpo policial de Nueva York. La última, el fracaso económico de La Brújula dorada que dejó a su productora sin liquidez para acometer el lanzamiento comercial.
Entonces… ¿estamos ante un filme desbrujulado? No exactamente. Porque no hay duda de que la dirección hacia la que señala Cuestión de honor clava su sentido en el mal comportamiento de algunos policías. De forma que Cuestión de honor se suma pertinentemente a esa larga tradición de cine policiaco que se cuestiona por la vieja cuestión: ¿quién vigila al vigilante?
Sus dudas internas se presentan en forma de pequeños titubeos, en el hacer de ciertas secuencias “justificadoras” y, lo más grave, en su apuesta por un desenlace rehabilitador y descafeinado.
Pese a ello, Cuestión de honor ofrece rasgos de cierto interés. Ese contexto familiar de policías: el padre, los dos hijos, el yerno… un microcosmos de tragedia en el que la vieja escuela se resquebraja frente a las corruptelas del presente, se sostiene en torno a un interrogante decisivo: ¿cómo se elimina a los policías delincuentes sin que el cuerpo sufra el desgaste que eso significa? Aquí los de Asuntos internos ceden el sitio al conflicto íntimo de una familia enfrentada. Aquí le trama descansa en esa delgada línea que separa la legalidad del abuso, la misma que dinamita el honor cuando se cruza en medio de un universo de violencia en el que los delincuentes parecen tenerlo todo a su favor.
Gavin O´Connor, un cineasta hijo de un policía neoyorquino, siembra el filme con detalles notables de buen narrador. Refuerza simbólicamente todos y cada uno de sus personajes: ese barco que hace agua, ese padre que da gracias por una familia perfecta, cuando todos sabemos que su base está podrida, esa cara herida del personaje de Edward Norton con su divorcio en marcha,… En Cuestión de honor sobresalen secuencias de intensa crueldad, pero la suma de ellas queda por debajo de lo que valen por una cuestión de precisión y por una grave falta de personajes con fundamento.
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