Título Original: 88 MINUTES Dirección: Jon Avnet Intérpretes: Al Pacino, Alicia Witt, Amy Brenneman, Leelee Sobieski, William Forsythe, Deborah Kara Unger y Benjamin McKenzie Nacionalidad: EE.UU. y Alemania. 2007 Duración: 108 minutos ESTRENO: Mayo 08

Corre, Al, corre

Antes de llegar a los 88 minutos que dan título al filme, Avnet nos regala un preámbulo acontecido nueve años antes y un prolegómeno que llevará a su protagonista, el personaje que encarna Al Pacino, a una fatídica carrera contrareloj. A partir del minuto 17 -más o menos-, comienza esa cuenta atrás por la que el tiempo fílmico coincide -también más o menos-, con el reloj del espectador. De ese modo, al sincronizar al público con Al Pacino todo deviene en un acto puro de cine escópico. Una montaña rusa, un puzzle que se guarda piezas debajo del guión y que trampea con el tiempo como si acabara de descubrir los ensayos fílmicos del cine soviético.
Aunque, no nos engañemos, poco hay de soviético en este filme cien por cien puro Hollywood, heredero del thriller policiaco de los años 60 pero distorsionado por el influjo del cine actual de psicokillers y fuegos de artificio. Vayamos por partes.
La primera se llama Al Pacino. Todo en 88 minutos gira a su alrededor. No hay plano en el que no esté el actor, no hay secuencia que no le siga; todo lo que vemos es lo que le ocurre a su personaje o lo que su personaje está viendo y/o pensando. Salvo algunos contraplanos siempre a su servicio, Al Pacino es la presencia omnipresente de un filme que arrastra una mirada moral herida por la venganza, derrotada por la ira y cautiva de un reaccionarismo más cercano al hacer de Charles Bronson que al deshacer de Clint Eastwood.
88 minutos desgrana la historia de un psiquiatra del FBI, una eminencia de la profesión, un martillo de asesinos en serie para quienes sus diagnósticos derrumban cualquier pretensión de enfermedad mental . Reclama con autoridad la pena capital convencido de que, de otro modo, esos criminales seguirán matando. Como se sabe, se trata de una visión que comparte la mayoría del pueblo norteamericano: cortar por lo sano aún a riesgo de equivocarse.
Precisamente con eso, con la hipotética posibilidad del error e incluso con la supuesta culpabilidad del acusador es con lo que se entretiene este constructo narrativo que echa mano de todo tipo de recursos.
El espectador informado que no huye del cine de género, puede entrever desde el artificio de una alambicada puesta en escena de Saw hasta el juego claustrofóbico de títulos como P2. Es evidente que el espíritu de Hannibal Lecter traspasa el celuloide de 88 minutos e incluso que, sus hacedores, acuden al cine japonés de la crueldad y el arte de atar y torturar mujeres.
Para Al Pacino todo este sobrecargado argumento se reduce a una sola cosa. encarar al mismo personaje que lleva años asumiendo. Así, su psiquiatra esconde un secreto, un trauma juvenil por el que supura la sensación de culpa y la frustración de no haber hecho lo que debía; es un mujeriego siempre rodeado de féminas, siempre soltero, un cínico que da lecciones en la Universidad y un hombre desconfía de todos y (porque) casi nadie se fía de él.
Dirige Jon Avnet, el cineasta que hace veinte años llenó las salas de cine con Tomates verdes fritos y a él no cabe reclamar las debilidades de un guión hueco donde los personajes carecen de todo atisbo de autenticidad y de reflexión.
Reflexión es algo que no se debe pedir a 88 minutos, lo suyo es acción acelerada, confusión y barullo. Como tiene medios y actores, el filme se sostiene como esas trompas infantiles, a fuerza de girar rápidamente sobre sí mismo. Y mientras el movimiento, el misterio y la tensión del relato permanecen, la película no se cae. Pero cuando surgen los créditos y se enciende las luces, surge la certeza de que pronto nos olvidaremos de estos 88 minutos.

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