Pase letal de Karl Marx a Eric Cantona

Título Original: LOOKING FOR ERIC Dirección: Ken Loach Guión: Paul Laverty; basado en un argumento de Eric Cantona Intérpretes: Eric Cantona, Steve Evets, Stephanie Bishop, John Henshaw, Lucy-Jo Hudson y Gerard Kearns Nacionalidad: Reino Unido. 2009 Duración: 119 minutos ESTRENO: Diciembre 2009

Cuando se estrenó Full Monty, su productor desveló que la motivación inicial para hacer aquella exitosa comedia respondía a una pregunta. ¿Por qué las películas de Ken Loach protagonizadas por personajes que representan a la clase media-baja jamás interesan a esos espectadores a los que retrata? Quienes saben del cine de Loach y vieron aquella película ya conocen cuál fue su respuesta. Una respuesta cuya clave se ocultaba en aquella escena final consistente en un baile ¿erótico? que puso de moda que cada navidad bomberos, enfermeras, conductores de autobús y cadetes de policía nos inunden con calendarios de desnudos, grasa y picardía bajo el pretexto de salvar sus empresas o sufragar causas solidarias. El propósito es unívoco: provocar risas. Y eso, la risa, era lo que Loach no conseguía. En otras palabras, Full Monty le decía a Loach que ya no era hora de sermones. Dicho de otro modo: era tiempo de más risa y menos misa.
Sin explicitarlo, y tal vez sin pretenderlo, los autores de Full Monty habían desactivado la bomba de Loach. De repente, el cine del autor de Agenda oculta se quedaba sin metralla. Los tiempos cambian y el cineasta que conmocionó a la opinión pública internacional al arrojar sombras sobre la responsabilidad criminal de la guerra sucia antiterrorista en el Palacio de Buckingham empezó a saber que la clase obrera, como el lugar de origen e incluso como la genitalidad, responden a valores abstractos. Poco o nada saben de conceptos y menos de fidelidades éticas. Son como la música. La misma partitura conduce a un ejército al holocausto o puede sumergir a un individuo en un estado de pacífica fiesta.
Loach aunque es un cineasta empecinado, hombre de ideas se decía en otro tiempo, película a película y año tras año, ha mostrado cómo sus nuevos relatos iban dejandose en la gatera los viejos tics del discurso marxista. Cambió el campo de batalla del mundo laboral británico, por la desesperación adolescente y las drogas, por el problema de la emigración, por las diferencias de raza,… y el discurso loachiano cuyos cañones apuntaban al Estado, como una especie de Gran Hermano orwelliano lleno de maldad, empezó a asumir que ese gran demonio crecía sobre la aportación y complicidad de muchos, incluso también por aquellos a quienes parecía o(re)primir.
En esa deriva, Buscando a Eric provoca una extraña sensación. Loach, cuyos estilemas narrativos permanecen fieles a lo que fue, (secuencias como las de la taberna, apelaciones a la ayuda de la amistad, conflicto representado por malos maniqueos e incluso granguiñolescos), se saca de la manga un recurso fantástico. El máximo representante del realismo europeo se sirve, como lo hacía Allen en Sueños de un seductor, de una ficción. Así como a Allen, Bogart le acompañaba en sus lamentaciones, a Eric, el protagonista infeliz, separado de su mujer, desmotivado en el trabajo, en perpetuo conflicto con sus hijos y abocado casi al suicidio, se le aparece Cantona como se le apareció Cristo a San Pablo. ¿El objetivo? Rescatar a Eric de su agonía aunque sea a golpe de gol, con la mítica del fútbol y con filosofía de una mesilla sin cajones.
Tan peregrino argumento en manos menos entusiastas desembocaría en un disparate. Y, ciertamente, algo de delirio crepuscular hay en el proceder de este Loach que ha cedido el discurso político a favor de la épica del gol. Sólo a golpe de emotividad y con la fe que siempre pone el autor de Tierra y libertad en sus discursos se hace soportable algo que ya está más cerca de Full Monty y su caricatura que de lo que fue. El tiempo desgasta y Loach, lejos ya de Trostky, esboza un desdibujado Frank Capra.
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